Grabado entre marzo y agosto de 2014
Baterías y voces grabadas por Juani Favre
Mezclado por Martín Salvador Greco
Masterizado por Eduardo Vignoli
Martín Arias: guitarras en todos los temas
Natalio Rangone: teclados en 1, 2, 3, 4 y 5
Martin Salvador Greco: bajo en 1, 2, 4, 6 y 7
Juani Favre: bajo en 3; coros en 2 y 7
Emiliana Arias: percusión en 3, 4 y 6
Oscar Favre: voces y baterías en todos los temas, sintetizador en 1, 2, 3, 5, 6 y 7
Hace rato que algunas de las zonas más interesantes de la música son esas donde las identidades sonoras y estilísticas pierden consistencia y los músicos se apropian de recursos heterogéneos. En las siete piezas de “En las afirmaciones (y sus efectos)” de Oscar Favre se pueden encontrar restos de psicodelia (“Esa manera especial”), pop (“Movimientos”), afrobeat y funk africano (“Huella”), sonidos andinos y centroamericanos (“Nuda vida”) arremolinados en canciones potentes, emocionalmente densas, que parecen provenir de un fondo oscuro, donde el sonido vive indiferenciado y del que brota “como una danza espectral”.
Apuntalado en el gran trabajo de los otros músicos que participaron del proyecto (Emiliana Arias en percusión, Martín Arias en guitarra, Natalio Rangone en teclados, Martín Greco en bajo y Juani Favre en bajo y coros) Oscar, un melómano muy lúcido, parece decirnos que somos bichos culturalmente complejos y que la manipulación creativa de nuestras experiencias y nuestra propia voracidad nos permite poner a jugar una gran cantidad de elementos inscriptos en nuestras vidas (esa herencia dinámica) para abrirnos un futuro menos claro y, tal vez por eso, más seductor.
Poblado de intensos momentos rítmicos (“Huella” tiene destino de pista de baile, algunos tramos de “Justo la idea” son un festejo de la posibilidad percusiva de los instrumentos) como de hermosos pasajes melódicos (el estribillo de “Puerto” es un hit dentro de otro mientras que “Nuda vida” psicodeliza todo lo que toca), el paisaje de En las afirmaciones (y sus efectos) tiene un punto estable: la voz de Oscar, un canto que se mueve cómodo en un registro bajo, monótono y muy emotivo.
Hay algo en esa voz, algo que se revela desde su primera aparición. Cuando Oscar comienza a cantar en “Esa manera especial”, el primer tema, después de cuarenta segundos de batería, bajo, sintetizador y guitarra construyendo el umbral para su ingreso; entonces, con una reverberancia que la acompañará en las siete canciones, la voz entra, como un cuerpo desdoblado.
Encuentro en ese gesto estético-musical un sentido fuerte del disco: expresa la forma de Oscar de relacionarse con la música, creando una mirada -y una voz- descentrada. Un ojo en el pasado, otro en el futuro; un oído en los géneros y otro en sus desvíos. Mucho más que su producción anterior, “Utopía mínima“ (2012), “En las afirmaciones (y sus efectos)” me parece un disco reflexivo, no en el sentido habitual de la expresión (ligada a la introspección, el silencio y el aislamiento) sino en el de un acto de amor bifronte que involucra hacer y pensar, materia y memoria, detalles e infinitud, pasado/presente/futuro. Un homenaje paradójico -desviado, creativo- a gustos y referencias musicales, a las afirmaciones de las que Oscar es el efecto.
Como un retrato que no requiere un rostro para hablar de un humano, la imagen de tapa es un mar y, sobre él, una nube solitaria en una escena nocturna. El sentimiento oceánico, de vastedad e infinitud, se refuerza por la invisibilidad del horizonte en la noche cerrada, pero se corta con la presencia de esa nube que, nimia y excepcional, tiene con el oscuro océano una relación vital. Somos esa nube, esa formación que el mar casi no nota, en permanente movimiento y transformación. Las canciones de Oscar Favre, siete nubes sobre un mar, parecen decirnos que no tenemos que olvidar que la vida nació en el agua y que, desde entonces, no ha hecho otra cosa que crear para afirmarse.
Texto: Ezequiel Gatto