recuerdo de la gravedad - en vivo
pxcd094

grabado en vivo en el espacio planeta x el 30-04-2011

oscar favre - voz
martin arias - guitarra
lalo giandoménico - batería
franco ingrassia - bajo / sintetizador

músico invitado: manuel schillagi - bajo en "nave"

producción artística: juani favre y sumergido
grabación y mezcla: juani favre
masterización: charlie egg
diseño de tapa: martin arias
foto: ana thompson

Desear, desear, desear, desear

“Recuerdo de la gravedad” es volver a hacer presente un momento y su descubrimiento. De una manera tan pero tan palpable que supera su mero principio de sustancia de la memoria y se constituye en una rotunda reafirmación. La de su existencia pero también la de una etapa y un devenir. Uno que comenzó en los ingrávidos años 90, en la ciudad de Rosario; y que tuvo uno de sus momentos más inspirados (e inspiradores) en el disco “12 formas de alejarse de todo” que Sumergido edita en el año 1997 por el sello que ellos mismos fundaron llamado Planeta X.

Escuchar un disco es hacer un ejercicio de la memoria en cada una de las escuchas a las que nos sometemos en tanto evoca aquella experiencia que atravesamos la primera vez que le dimos “play”. En un principio, lo obvio; la inicial percepción de la armonía, la lenta corporización del espacio que nos rodea, la textura que toma nuestra piel, la atención al detalle que va desarrollando el oído, el deleite de las melodías y cierta pérdida de conciencia. Pero al mismo tiempo nos trae el espíritu de aquel momento basal. Entonces diríamos que no hay disco sin “Zeigeist”; uno no persiste sin el otro y el otro necesita de él como medio de demostrar que existió, que no fue una simple impresión que azarosamente se rememorará.

En abril del año 2011 Sumergido vuelve a tocar en directo (y en parte) aquel disco luego de mucho tiempo sin ejecutarlo, casi el mismo lapso que hacía que no se presentaban en vivo. Y estamos hablando de lustros.

Lo hacen y nos deshacen. La replicación del comienzo de este disco con “No aman el cielo” es casi exacta a la de ese disco. Unas voces como “perdidas en el espacio” nos arrebatan de este territorio para llevarnos bien lejos; a un lugar donde la gravedad es solo recuerdo. Y ahì esta(mos) (de nuevo); sólo el primer bocado del álbum y ya todo es sentir y también su zeigeist.

Los arpegios profundos del sintetizador de Franco Ingrassia nos hacen sentir cada vez más distantes, inmersos en algo difícil de explicar. Cada pulsación de una tecla dispara un instante de lo que fue. Primera pulsación: unos chicos apasionados por la música y la escritura que se reúnen a principios de los neoliberales 90s y deciden plasmar sus ganas en una revista que van a llamar Planeta X. Segunda pulsación: en la casa de uno de ellos recortan las fotocopias, les dan un orden y las abrochan. Tercera pulsación: en la incipiente escena indie de Rosario de aquellos años la revista comienza a girar; Planeta X le da inicio a lo que va a ser su órbita.

La misma que va desarrollando su recorrido de las ondas sonoras cortadas al ras que salen de la guitarra de Martín Arias. Decidida y determinante cuando tiene que serlo y dubitativamente llena de suspicacias cuando lo desea. Ahora son los rasguidos. La mano baja: estos mismos chicos toman cada uno un instrumento y empiezan a experimentarlos. Se juntan a tocar y tocar. Escuchan discos de electrónica abstracta, krautrock, post-punk, dark y más. La mano sube: en el año 96 deciden editar un cassette con sus canciones. Están solos en esa búsqueda sideral. La mano baja de nuevo: llega a mis manos ese mismo cassette. De hermoso diseño; con cajita de cartón duro marrón y pequeño librito insertado con las letras. Me empezaba a dar cuenta de algo que me estaban diciendo estos pibes. La posibilidad de la verdadera independencia, eso que las revistas llamaban “hazlo tú mismo” (DIY), comenzaba a ser una certeza. La mano vuelve a subir: estos chicos se presentan en vivo y sus recitales son excitantes, misteriosos, anhelados. Cada uno de ellos te lanzaba directo al centro de vos mismo a buscar ese impulso primal que no sabías hacia donde canalizar. Tenías ganas de hacer lo que tenías ganas de hacer.

La voz de Oscar Favre, más presente, con verdadera fuerza gravitacional, es uno de los rasgos que actualizan con más elocuencia este recuerdo sonoro. En las nubes de las reverberancias de una sus vocales perdemos el trayecto de vuelta. Y ahí aparecen otra vez. Los chicos. Su música entusiasmando a los demás, la etapa de pleno aprendizaje. Un aprendizaje generoso, compartido con los otros. Reconocer por primera vez qué es un loop, qué es la síntesis modular o cómo se usan las computadoras para la producción de música. Y compartirlo, y disfrutarlo al compartir. Oscar hace otra inflexión con su voz y la revista se convirtió en un sello, del mismo nombre, Planeta X.

Ya son muchos más los que se suben a la nave y participan de la odisea que Sumergido decidió emprender. No están solos, encontraron amigos nuevos.

Los golpes de los platillos se van superponiendo uno sobre otro, sobre otro y sobre otro más. La precisión de la batería de Leandro Giandomenico brinda la cohesión necesaria para una reminiscencia más. Planeta X, la semilla cosechada de Sumergido, ya es un Cuerpo. Uno transformado y que transformó la vida de muchos de nosotros, por siempre. La contracultura de Rosario veía nacer un nuevo agitador.

El regreso de un recuerdo trae inherente su propia mutación pero implica, necesariamente en su condición de retorno, una persistencia. Los sonidos que Sumergido despliega en “Recuerdo de la gravedad” invocando a su pasado y presentando “un futuro” con los tracks inéditos son pura materia de la memoria. Suenan tan reales y actuales, se sienten tanto en el ser, que ya no sabemos si es hoy, ayer o mañana.

Todo esto fue un viaje. En más de un sentido.
Gracias por la aventura, chicos.