La cosa empieza hablada: se atraviesa un pasillo inmaterial, repleto de gente dialogando en lenguas diversas; recorremos por dentro los vericuetos de la torre de Babel. Oímos a sus constructores.
Avanzamos unos pasos y las voces comienzan a apagarse; uno de los primeros intrumentos musicales de que dispuso el ser humano va dejan paso a otros, también entre los primeros: los objetos concretos y sus posibilidades sonoras terminan por devorarse sin violencia a las palabras.
Pero aquí no hay tiempo para parir hábitos y entonces todo se va llenando de mediaciones eléctricas: guitarras psicodélicas y espaciales, viajes hacia dentro y hacia arriba, retratos auditivos de un momento histórico bien determinado. Un momento, quizá el último, en que la heroicidad encontró sus acordes. Fue entonces que pudimos ser héroes por una (última) vez.
La electrónica hace su ingreso barriendo aquellas ilusiones. Los arreglos de Charlie Egg (experto colocador de filtros, synthes y ruidos concretos) funcionan aquí como un túnel, un pasaje sonoro que, lentamente y previo paso por sonoridades que hacen pensar en una suerte de minimal technorock, nos van depositando en el ambient. Las notas oscilan, vacilan: “varios niveles de atención en la escucha son alojados sin imponer ninguno en particular” (Brian Eno, 1978).
Y de repente, la dispersión se condensa, el ambient vuelve a dejar paso a presencias específicas. Guitarras y sintetizadores reverberando. Hemos dejado atrás los aeropuertos británicos y/o alemanes: el vuelo aterriza en la Jamaica de King Tubby y Lee Scratch Perry y el lugar está buenísimo para recorrerlo (el dub siempre me hace pensar en un género musical hecho por gente que camina alegre, resignada y melancólica).
Superposición es la combinación de sonidos y géneros donde priman las transiciones delicadas, moduladas a partir de y en conglomeraciones sonoras heterogéneas. Una especie de homenaje a lo múltiple.txt: Ezequiel Gatto